Uno, fue forjar el sentido cívico de pertenencia. Sin mayor interés, que el de mantener vivo el ideario artiguista y nuestro patrimonio cultural. Materializándolo en un evento, que este año cumplirá su vigésima séptima edición, La Recreación de la Redota.
El segundo legado fue aún más significativo: La demostración constante de una vejez activa, inclaudicable ante el paso del tiempo. La docencia y el conocimiento no tienen fecha de caducidad, hay mucho por decir y comunicar. Posiblemente, y sin dimensionarlo, Ofelia Piegas logró convencer, de que nuestros mayores son y seguirán siendo, el reservorio más confiable para perpetuar nuestra memoria colectiva.